domingo, 21 de junio de 2009

Esta es mi historia. ( Parte IV )

Todos los intentos que durante meses me hicieron soportar la idea de que todo había terminado se derribaban cada vez que él se acerca a mi; dudo que de forma inconciente pero yo me llenaba de esperanzas de volver al punto de inicio, sentía que las posibilidades de que providencialmente algo sucediera y él y yo pudiésemos estar juntos eran muchas, pero lógicamente era todo producto de la desesperación que en la que me encontraba atrapada, negar la realidad fue en aquel momento lo único que me mantuvo viva, lo único que me sostenía, creí que me moriría de tristeza pero; aunque mi cuerpo empezó a sufrir lo estragaos de aquella situación; sucedía que morir no era una opción y entonces entendí que no sólo había perdido aquel que era mi gran amor; sino que todo aquello había fracturado una parte esencial de mi vida: mi relación con Dios; me sentía avergonzada; no por haber amado a un sacerdote, ni por esa serie de comentarios cargados de maledicencia que giraban en torno a mi y mi situación, me sentía apenada y avergonzada sí ;pero por el tiempo que descuide mi relación con Dios, me di cuenta de que olvide guardar respeto a mis padres y a mi misma; yo que siempre me sentí hija de Dios; no me cmporte como tal al actuar de un modo que me agredía a mi misma, me deje herir a sabiendas de las consecuencias, antepuse mi egoísmo y sucumbí a el ; entonces… ¿cómo? Volver a Dios si había sido tan ególatra; no era el hecho de que él fuese sacerdote, sino algo mucho mas grave… yo en todo ese tiempo había puesto en segundo plano mi relación con Dios y lo necesitaba tanto en aquel momento…

Por supuesto fue un camino complicado el tomar la decisión de dejar de lamerme las heridas y comenzarlas ha sanar empezando por admitir mi errores, porque aquel amor seguía dentro de mi con la misma intensidad; pero esta vez decidí aferrarme a Dios y a su amor, nunca me sentí juzgada o castiga por el Dios en el que creo, finalmente el sacerdocio de él y por consiguiente su celibato me parecía absurdo, en ninguno de los estudios hermenéuticos que retomé yo encontraba lógica para aquel efecto de incriminación en el que nos habíamos visto envueltos, lo que en verdad sacudía mi vida era el ver como aquel hombre del que me enamore, aquel hombre que amaba profundamente a Dios, se convertía en un personaje extraño, oportunista, sínico, que no tenia reminiscencia en tomar mi afecto a conveniencia; una y otra vez aprecia y desaparecía removiendo en mi el amor que le tenia.

Después de una lucha interna y de muchos días y meses que parecían interminables y eternos sin saber de él; logre darle rumbo a mi vida, poco a poco fui restaurando en mi todos los estragos que yo misma permití; mi carrera profesional y mi vida familiar eran sobre lo que giraba mi vida y mi crecimiento espiritual lo llenaba absolutamente todo, logré sentirme por fin tranquila, quizás hasta resignada, aunque cada determinado tiempo recibía alguna llamada de su parte o un correo electrónico, sin embargo para entonces yo ya había llegado ya al punto de aceptar que lo amaba con todo mi ser pero no más que a mi misma, aun su voz me conmovía profundamente, aun su vida me importaba muchísimo, nunca paso un día sin que él estuviese en mis oraciones, pero lograba mantener una distancia prudente, creía fielmente que lo mejor para él era que no intentara alejarlo de su sacerdocio y de todo lo que implicaba, estaba segura de que lejos de mi estaba mas tranquilo porque para él era lo correcto y esa idea me llenaba de paz.

Pero esa paz que tanto trabajo me costó conseguir se vio nuevamente amenazada cuando recibí una de esas llamadas de amigos que mas o menos habitualmente me hacia, pero esta vez su tono de voz fue distinto, él se mostró extraordinariamente amoroso, volvió a llamarme “niña bonita”, como lo hacia antes; me contó con desesperación que su situación era muy mala; que aquel pequeño pueblo de donde era párroco era un lugar inhabitable, que la inestabilidad social y los “grupos armados” hacían su labor desgastante, que su familia estaba pasando una terrible mala racha; su padre había desmejorado mucho y su hermana de 16 años estaba embarazada y aun peor el padecía severos dolores de cabeza y no contaba con ayuda de nadie para el tratamiento medico, me aseguro en aquella ocasión que su obispo le había negado ayuda económica y que se encontraba desesperado y que únicamente contaba conmigo; para ser realista debo de decir que con una sola de esas explicaciones hubiese bastado para que de igual manera yo le ofreciera mi ayuda, así que de inmediato le envié el equivalente en dólares a $300 USD, lo que tubo como efecto que sus llamadas se hicieran más frecuentes y un renovado amor hacia mi apareciera en sus palabras, finalmente me convenció de que el resultado de sus exámenes médicos era cáncer en el cerebro, por supuesto ni un segundo dude en brindarle mi ayuda en todo sentido pase noches enteras orando por él y su salud, pero él parecía mas interesado en el asunto del dinero; mentiría si dijera que no lo percibí, pero tenerlo de vuelta era un emoción que me embriagaba los sentidos, el temor a aquella enfermedad, la idea de sus sufrimiento y desesperación y sobre todo mi propia desesperación me hicieron creerle al extremo, entonces tome la decisión: vendí mi auto, las pocas joyas que tenia, reuní dos quincenas integras y un préstamo bancario que después tardé mucho en pagar y logre reunir la cantidad de $2800 USD que le envié sin reminiscencia alguna y por absoluta voluntad, convencida de que serian para su tratamiento de quimioterapia; entonces recibí no una llamada sino un correo electrónico en el que me agradecía y me decía que yo era la única persona con quien contaba, pues todos le habían dado la espalda, en ese momento dos sentimientos cruzaron por mi alma, el primero era producto de la idea de que yo era la responsable de que “todos le dieran la espalda” resultado de la relación que había mantenido conmigo por supuesto y la segunda implicó cuestionarme cómo era posible que un hombre que había mantenido un estatus de respeto, afecto y confianza ante tanta gente dado su papel de sacerdote de pronto lo había perdido.

Nuevamente pasaron algunos meses antes de que yo recibiera una de sus ultimas llamadas, su tono esta vez fue radicalmente diferente, se oía en él un hombre calmado, que muy poco evidenciaba algún mal físico, me dijo que por fin sería trasferido a una parroquia en la capital y no hizo un sólo comentario sobre su enfermedad; se limitó únicamente ha proporcionarme los datos de su nueva dirección y teléfono; porsupuesto las dudas me invadían, su actitud daba mucho que pensar y yo me sentía auto traicionada, no tenia claro si mi reacción había sido correcta; la idea de su enfermedad y la idea de la posibilidad de que fuese mentira volvieron a robarme la calma que tanto tarde en recuperar.

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